martes, 10 de enero de 2012

Palabra vocabulum: autenticidad

Antes de empezar, quiero darle la bienvenida a este espacio. Gracias por leer este blog, y más allá de sí estamos o no de acuerdo con las premisas, ideas y conceptos que están alrededor de estos temas, me alegra poder compartir con usted en un punto donde la literatura y la reflexión se encuentran, bienvenidos todos los comentarios.

Hace algunos años, dos o tres, estuve  preguntándome varias cosas sobre la forma de relacionarnos con los demás, así fue que empecé a ver el lenguaje como una especie de diagnóstico, que dependiendo de  su uso, muestra mucho de lo que somos, de lo que esperamos y de lo que sentimos. Para efectos de lo que escribiré, veo al lenguaje como una especie de autentímetro, pues pienso que  devela mucho el nivel de autenticidad que hemos logrado, entendiendo el término no como algo intrínseco sino como un objetivo que poco a poco se va consiguiendo y defendiendo, muy de la mano de la madurez y al mismo tiempo diferenciándolo de las características que hacen a una persona original.



Ser auténtico, es ser honrado y fiel a convicciones propias según la Real Academia Española. Teniendo en cuenta esta definición,  y relacionándola con lo que teníamos del uso del lenguaje, aún me pregunto e intento responder cosas como estas: ¿por qué tendemos a decir lo que creemos que el otro quiere oír?, ¿por qué pensamos por los demás para definir lo que vamos a decir?, ¿por qué nos justificamos ante los demás cuando ni siquiera nos piden justificarnos? En últimas y tal vez resumiendo todas ¿por qué no utilizamos un lenguaje directo y sincero?

A veces siento como si al lenguaje se le pusiera un uniforme para camuflarlo entre un paisaje verde, ocultando su cuerpo desnudo con el propósito de conseguir desapercibidamente un objetivo. Me parece que el lenguaje no está siendo empleado de manera honesta cuando se ocultan segundas intenciones  u objetivos de agrado ante el interlocutor. Con el ánimo de buscar la aceptación de los demás, muchas veces decimos lo que el otro quiere oír y no lo que nosotros queremos decir, de esa manera no somos honestos con nuestras convicciones (definición aunténtico,RAE)  y por lo tanto no somos auténticos. ¿A quien no le ha pasado que le regalen algo  que no le gusta y por quedar bien finge gusto por eso que le regalaron? Hasta se ponen el regalo (sí es prenda de vestir) ante la persona que se lo dio. En éste caso vemos un objetivo de agradar, una actitud y lenguaje (corporal y verbal) deshonestos con la intención de fingir un gusto y la incapacidad  y/o temor  de mostrar  su disgusto, posiblemente adelantándose a pensar por el otro, es decir, que por su cabeza pasé algo como: va a pensar que tan desagradecido, que no me vuelve a traer nada, que soy muy complicado/a, etc.

Seguramente la persona que teníamos en el ejemplo anterior, dio el regalo con una muy buena intención, pero esto no significa que mi lenguaje tenga que fingir, se puede hablar y se cambia el regalo o alguna solución se busca, creo yo. Pero no, lo recibimos y lo guardamos porque que van a decir.



Creo que una de las herramientas para forjar nuestra autenticidad es identificar el espacio en el que nos compete pensar para que de acuerdo a esto, podamos decir lo que realmente somos, pensamos y sentimos. Por ejemplo en este caso, creo que uno no tiene porque pensar por el otro: que va a decir sí no se lo recibo, que va a pensar etc. Ese es parte del espacio  que le compete a la otra persona, no a uno. Es su asunto. A mi me corresponde decir lo que me parece y por supuesto de buena forma. ¿Qué tal si en un caso como el descrito somos más fieles a nosotros mismos y decimos: muchas gracias por la camiseta pero la verdad es que el rojo no me gusta, por ejemplo? Ya la otra persona dirá que opciones hay de cambio y eso hace parte de lo que le corresponde (a la otra persona).

Aplica exactamente lo mismo para el caso de la persona alérgica al pescado o vegetariana que la invitan a almorzar a una casa, pero justo el plato de comida tiene salmón y por “pena”, que en esta caso la traduzco como la incapacidad de actuar coherentemente a convicciones propias, se come su platico de salmón cuando podría decir: mira soy alérgico/a  al pescado o vegetariano/a igualmente muchas gracias. ¿Cuál es el problema? Pensar por el otro.

Así existen mil ejemplos en los que podemos utilizar el lenguaje como un autentimetro y alerta de trabajo individual en definir convicciones y actuar de acuerdo a ellas. A esto además de autenticidad, le llamo madurez.

Otro de los interrogantes que estaba mencionado en el primer párrafo era sobre el tema de justificarnos, por ejemplo: hay una pareja de novios y él le regala una flor a ella sin ser algún día especial, ella dice muchas gracias e inmediatamente manifiesta su vergüenza porque a ella no se le ocurrió traerle algo. Esa justificación me lleva a pensar en un dicho popular que dice que a justificación no pedida, acusación manifiesta. Podemos deducir que ella se siente acusada por él (piensa por él), cuando él no le ha dicho nada, se siente mal y no entiende que no es su obligación traerle algo sino que él le regaló la flor y ya. De la misma forma para este caso pienso que el problema es meterse en un territorio que no le corresponde, el mundo de los pensamientos de él.

Después de aclarar un poco a lo que me refiero cuando hablo de la autenticidad a partir del uso del lenguaje, me pregunto: ¿por qué nos interesa “caerle bien” a los demás o sentirnos aprobados?, ¿por qué le tenemos miedo a las diferencias que podamos tener con los otros?, ¿por qué no toleramos opiniones diferentes a las nuestras?

Creo que el tema de sentirnos a probados, y demostrar eso por medio de lo que decimos o de lo que nos guardamos, va de la mano de muchos miedos infundidos. Miedo a que nos conozcan realmente  partir de lo que decimos, miedo a que conozcan facetas diferentes a las que acostumbramos mostrar, por ejemplo miedo a que me vean de mal genio sí casi siempre soy muy sonriente o a que conozcan mi lado tierno  o mi “buen corazón” sí siempre muestro una apariencia muy ruda y terminamos “piloteándola” diciendo algo parecido a lo que queremos y ocultando lo que somos.

Basándome en lo anterior, quiero escribir sobre dos conceptos que están muy relacionados con el tema de la autenticidad a partir del uso del lenguaje y de la honestidad a partir de la definición de autenticidad, el primero al que quiero referirme es al de la de libertad. Encontré dos definiciones de libertad que me llamaron particularmente la atención: facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos y estado o condición de quien no es esclavo (RAE). Teniendo esto, me pongo a pensar en el sentimiento de frustración que tenemos cuando “nos toca” hacer algo porque no dijimos lo que sentíamos, y pongo nos toca entre comillas porque en realidad no nos toca sino que en nuestra facultad natural de obrar, lo elegimos y por tanto somos responsables de eso. También me hace pensar en el tema de la esclavitud, pues pienso que adquirimos la condición de esclavos cuando empezamos a pensar, actuar o hablar en función del otro y me acuerdo de otro dicho popular que dice que uno es dueño de lo que calla y esclavo de sus palabras, aunque pienso que no somos esclavos de nuestras palabras (solo en los casos que he puesto para analizar el lenguaje como un autentimetro), si pienso que se puede ejercer libertad a partir del lenguaje.

El segundo concepto es la autonomía, que es la condición de quien, para ciertas cosas, no depende de nadie (RAE), supongo que lo que se considera dentro de “para ciertas cosas” son agentes externos e incontrolables que si o si influyen en nuestras decisiones, por ejemplo clima, leyes , reglamentos, etc. Por consiguiente se sale de nuestras manos. Pero específicamente a lo que me quiero referir de este concepto, es a que inclusive la autonomía se puede ejercer desde el lenguaje teniendo en cuenta que sí para hablar dependemos de alguien, no estamos siendo autónomos, según la definición que vimos.

He escrito sobre la autenticidad, pero de allí se desprenden muchas cosas, el lenguaje como un develador de está y el lenguaje como una herramienta para ejercerla, tanto la autenticidad, como la libertad, la autonomía, hasta el respeto y el autoestima.

Quiero terminar escribiendo lo que pienso que estamos perdiendo por no disfrutar de momentos controversiales, pues personalmente creo que se generan espacios de análisis e inclusive de conocimiento a partir de las diferencias de opinión, además de poner en práctica el respeto por el otro, independientemente de sí estoy o no de acuerdo con su  punto. En algún párrafo de arriba escribía sobre los miedos infundidos que se ocultaban detrás de estas preguntas, quiero aclarar que pienso que son infundidos por el control social y que de allí se podrían desprender y hasta justificar muchas situaciones cotidianas en las que habita la hipocresía.

Para entender esto mejor y relacionarlo con la última pregunta que escribí, quiero poner un ejemplo con algo que me asombra en discusiones familiares e inclusive en ambientes laborales, y es el  miedo hasta de decir por quien uno votó en cualquier tipo de elecciones de gobierno, o de manifestar alguna identidad con determinada corriente política. Pienso que si actuamos en función del control social, además de que aniquilamos todo lo que he escrito de aquí para arriba, nos privamos de una evolución de pensamiento, manteniendo unos paradigmas y estándares de comportamientos mongólicos y cíclicos pero al mismo tiempo estáticos. Pienso en esto y se me viene a la mente el movimiento de los planetas, rotación y traslación, y siento que  el temor nos limita a rotar, y el lenguaje nos invita  a trasladarnos a través de la honestidad con nosotros mismos para llegar a ser realmente auténticos.